Permite explicar lo que el cliente pretende del sistema e indica qué funcionalidad y que características debe tener el proyecto final.
Reconoce el problema y lo evalúa antes de empezar a crear el modelo de análisis
Permite gestionar las necesidades del proyecto en forma estructurada
Mejora la calidad del software a desarrollar: funcionalidad, facilidad de uso, confiabilidad, desempeño, etcétera.